Blog de alguna de las cosas que he escrito y se han publicado.

isidora-o-g

miércoles, 10 de marzo de 2010

Lo Privado: danza+teatro+circo

De la compañía el Circo Virtual (la única companía en la que la danza les llega a todos)

Todos tenemos pequeños rituales, esas pequeñas maneras que cada cual tiene a la hora de hacer cosas tan mundanas, como meterse a la ducha, pintarse las uñas o tomar café. Esas cosas que son tan de uno que ni nos damos cuenta, nuestras personales formas de hacer lo cotidiano, que a veces chocan cuando vives con alguien más. Porque estás tú, tu mundo privado, y tu mundo privado con otra persona.


Sobre eso indaga "Lo privado", creación colectiva dirigida por Alejandro Castillo, que agarra rituales personales, juegos y divagaciones, y de alguna manera lo traduce en danza. Y lo hace mezclando la danza con circo, video y teatro, lo que permite que la compañía Circo Virtual –los mismos de “Sin palabras” y “2.0”- terminen armando una obra que incluso puede ser disfrutada por quienes sienten urticaria con la “danza contemporánea”.

Lo logran con los elementos circenses, malabares y contorsiones, pero por sobre todo, armando imágenes absolutamente fotografiables: Ver a la contorsionista Sullyn González colgar de una ducha y doblarse con naturalidad en un mínimo espacio -un cubo que los mismos actores mueven, dándole diferentes formas a la minimalista escenografía- te asegura toda la atención que necesitas.

Al igual que sus trabajos anteriores, la compañía logra que cada uno divague e imagine lo que quiera mientras ve la obra. Porque la particularidad de su trabajo hasta ahora, ha sido trabajar situaciones cotidianas sin imponer ninguna opinión ni análisis.

Ellos simplemente se paran en el escenario con liviandad y distracción, como si todos los días se juntaran a hacer lo mismo, pero siempre buscando un nuevo resultado. Se mueven, bailan y disparan imágenes que recuerdan las del día a día, mientras te maravillas por las contorsiones y sonríes al reconocerte en algunos de esos ritos personales, a los que uno rara vez le presta atención.

link zona: http://bit.ly/cql9oS

la Clase de Guillermo Calderón

Los profesores se dedican a enseñarte cosas supuestamente útiles como los logaritmos y cosas supuestamente ciertas como que Chile es tricontinental, mientras los alumnos se dedican a creerles y confiar en que les están entregando todo lo que necesitan. Se supone.

Al menos eso cree la única estudiante de esta obra, la que el día de la marcha de los pingüinos espera sola en medio de la sala, a su profesor. Tiene que dar una disertación sobre Buda, el pacifista que postuló que el sufrimiento humano es provocado por el deseo. El deseo de obtener algo.

El profesor no llega y ella espera, mientras sus compañeros marchan motivados por el deseo de cambiar las cosas.

Hasta que llega el profesor. Cansado, desilusionado y bastante amargado. Pero es uno de eso amargados simpáticos, de los que son capaces de reírse de sí mismos, regalando minutos de sinceridad.

En medio de la sala vacía el profesor no quiere escuchar nada sobre budismo. Solo quiere hablar, botar la amargura acumulada por pasarse años enseñando cosas que ni él se cree, diciendo cosas que alguna vez se prometió no decir.

La alumna, la única alumna que no está allá afuera marchando, quiere ayudar a su profesor, rescatarlo del lado negro. Él no quiere nada, le parece que es demasiado tarde, que es demasiada la ingenuidad. A lo mejor porque es más cómodo quedarse ahí. O a lo mejor porque tiene razón.

"Clase" enfrenta a dos generaciones y sus respectivas banderas ideológicas. En ella la marcha de los estudiantes es un pretexto para confrontar a una niña ingenua y un profesor amargado, pasando por temas que van desde las penas de amor a la discriminación social. Todo en un tono de humor dado por el juego de la jerarquía profesor-alumno, que se rompe cuando él se saca la máscara de profesor-políticamente-correcto mientras ella intenta darle una lección.

La obra es el profesor indignado, su rabia y la mejor clase que pudo haber dado. La alumna por otro lado, pasa de ser la niña dulce y matea que cree en Buda a una escolar que habla con frases que le quedan grande, lo que descoloca un poco, haciendo difícil entender al personaje. No es que lo haga mal, pero uno no le cree del todo.

A pesar de su pesimismo y conformismo, el profesor conmueve con su honestidad, un tipo confiable que se contradice permanentemente, todo interpretado de gran manera. Es ahí donde uno ve que a pesar de su pena, todavía tiene ganas de volver a creer. Creer en las protestas, en el amor y en que el esfuerzo sirve para algo.

Eso hace que el personaje del impecable Roberto Farías sea tan real como uno. Porque uno a veces siente la vida diaria como él, pasamos de tener ganas de mejorar las cosas a declarar implacablemente que "el mundo es una mierda". Acá el profesor indignado se cuestiona todo, por un lado desde su traje de maestro y por otro desde sus zapatos de hombre triste. Zapatos que, en alguna medida, nos calzan a todos.

Link a la zona: http://bit.ly/97OHVa

Mi Joven Corazón Idiota

Una de mis obras favoritas de la vida. Acá link a la zona.cl: http://bit.ly/aopUUg
La serigrafía la hice yo.


El problema del corazón es que nunca deja de ser ni joven ni idiota: Cuando uno está despechado, por quien sea y de la manera que sea, vuelve a sentirse como un niño abandonado, como la persona más tonta del mundo.

En esta adaptación de la obra de Anja Hilling, seis personas viven en un edificio. Todos solos, todos rotos, todos sintiéndose incapaces de mirar de verdad a alguien, pero todos desesperados por hacerlo, por encontrar una mano que les revuelva el pelo mientras se duermen.

Un día, a partir de una encomienda que rebota desde una inexistente dirección en Australia, estos seis personajes se encuentran: La acción gira en torno a este paquete, volviendo atrás a una escena en particular. Así la obra comienza a revisar ese instante desde la perspectiva de cada uno de los personajes.

Lo mejor de todo es la escenografía, los personajes caricaturizados y el momento en que la obra se devuelve para contar lo mismo desde otro punto de vista: Cuando esto sucede se proyectan cómics dibujados en transparencias por Joaquín Cociña.

Eso junto a música tocada en vivo y compuesta por Ángela Acuña, temas de melodías casi de cuna, casi de 31 Minutos, casi brechtianas, ayuda a dar la impresión que lo real son los dibujos, y que los actores que se levantan -saliéndose del marco del cómic para dar tridimensionalidad a la historia- son su representación.

Los dibujos, las canciones y las actuaciones, hacen que esta historia de personajes buscando a quien decirle buenas noches se mueva en una deliciosa frontera: Ni tan en serio ni tan en broma.

Finalmente la obra es un cuento tragicómico. O sea que si andas triste puede que salgas con una risa confusa, de esas con gusto a pena, y si andas feliz y enamorado por la vida, probablemente todo te va a parecer muy chistoso.

De todas maneras te ríes y se te paran los pelos con las canciones (bueno, si andas sensible), recordando tus momentos patéticamente tristes, esos cuando te sentías la persona más idiota del mundo, abandonad@ en un rincón, despechad@ y sintiendo que nadie sufre más que tú.

Esos instantes llenos de egocentrismo en que el amor no correspondido nos encierra en nosotros mismos, atrapándonos en esa tonta certeza de sentir que vives la peor de tus penas. Como si nadie más tuviera un joven corazón idiota que volver a armar.

Las Niñas Araña (de Luis Barrales)

Desde la azotea de un edificio las “niñas araña” miran Santiago de noche, preguntándose si ahora que están más arriba alguien las va a mirar. Aburridas de sus "callampas", tres amigas que después de haber pasado por todas sin haber conseguido nada, deciden salir solitas a escalar para ver mejor: Yasna, que con su rabia y determinación es la líder del grupo; Elizabeth, la que quiere verse bonita para salir bien en la tele; y Nicole, la más piola que con su inocencia equilibra el grupo.

Escalan y se meten en casas ajenas. Tal como "Ricitos de oro", la idea es no dejar huellas de que anduvieron ahí. Sólo entrar, probar las cosas que nunca van a tener, e imaginarse que son otras personas por un rato, para después irse y volver a ser las de siempre. Así pasan las tardes, de casa en casa tomando prestadas vidas ajenas para olvidarse de la propia, donde tampoco las echan mucho de menos.

A pesar que la obra tiene un par de escenas que no se entienden del todo, estas tres niñas-mujeres te hacen reír con sus leseras de cabra chica y su inocencia a medio camino; enternecen con sus historias tristes de personas que tuvieron que crecer antes de tiempo.

Sin el afán de que te pongas "de su lado", las niñas araña te hacen pensar en que todo el mundo tiene derecho a jugar un rato, que habiendo tanto juguete nuevo que nadie ocupa se entiende que ellas quisieran ir por ellos. Que tres adolescentes marginadas también tienen ambiciones, y que como no tienen casi nada, buscan donde sobra.

A pesar de ser "menores de edad" ya no les queda nada de infancia, y a medida que discuten sobre sus próximas andanzas, se van dando cuenta que esto involucra más que un simple juego y que ahora sí quieren dejar huellas: Yasna tiene rabia, Elizabeth opina que no hay que ser resentida pero igual se muere de pena, y Nicole se pregunta si poniéndole nombre de cuico a su hijo le va a ir mejor.

Con la música triste que se encontraron en un iPod, finalmente prefieren callarse y mirar las luces de esa ciudad que tapa sus casas callampa con edificios altos y carreteras modernas, obligándolas a crecer pero impidiéndoles surgir. Luces que las invitan para luego esconderlas. Es ahí cuando se acaban las frases chistosas y ganan las miradas perdidas. Se acaba la risa y una les respeta el silencio, cómo cuando algo se muere súbita y absurdamente.

Link: http://www.bit.ly/bZu6kH

Tan joven y tan vieja

Columna publicada en Zona.cl (2006)
link: http://bit.ly/aCqubM

Vivimos en el kitsch, con los ojos perdidos mirando para atrás, masticando el mismo chicle que otros masticaron hace rato hasta dejarlo sin sabor.

En algún momento nos dijeron que ya era hora de pararse afuera y descubrir cosas nuevas solitos. Pero afuera olía a que había habido una fiesta y que todos ya se habían ido a acostar. Del optimismo de “podemos cambiarlo todo”, el mundo pasó a la derrota de “hagas lo que hagas, todo va a seguir igual”. Y a mi generación le tocó la resaca de todo eso.

Ahí estamos, columpiándonos entre el “me gustaría haber sido…” y el intento de lograrlo. Queremos caminar en línea recta pero estamos siempre dando vueltas, como si no pudiéramos dejar de acordarnos de ayer, conformándonos con platos repetidos, convirtiéndonos en parásitos de algo que no nos pertenece, de algo que fue de otros, quejándonos de que parece que no hay nada nuevo, que todo siempre es lo mismo.

Kundera dice que el kitsch es una estación de paso entre el ser y el olvido. Ahí están los viejos: viven recordando algo que pasó, algo que en algún momento fue de ellos, con la ilusión de dejarlo estampado para siempre.

Nosotros en cambio vivimos un kitsch que no nos pertenece. El pasado de otros es nuestro simulacro de historia propia. Porque cuando nos tocó apostar, las cartas parecían ya estar jugadas, no nos quedó otra que buscar en el baúl de la pieza chica algo viejo que ponerse y jugar a los ochenta, a la paz y el amor, a la ropa usada o a escuchar “música para encerar”, a gritar en los paros de la U para sentir que tenemos un motivo para levantarnos jurando que podemos cambiar el mundo. Pero en realidad nadie sabe muy bien por qué ni contra quién grita, simplemente porque no tenemos nuevas soluciones que proponer. La gótica vive en la Edad Media, Hirsch en Allende.

En realidad peleamos contra nosotros mismos: como no somos capaces de inventar algo nuevo, nos engañamos con recuerdos y restos de una historia ajena, jugando a que esto es de verdad. Pero sólo jugando. Y así no vamos a ganar nunca.

Entre tanto juego me perdí. No me quedó otra que agarrar mi viejo peluche inventándome que no puedo dormir sin él. Porque así como mis amigos rayan con Plan Zeta, yo rayo con mis zapatos viejos. Esos en los que sigo pegada, y en los que quiero caber de nuevo.

Creo que perdimos la capacidad de creer. Nos dio la impresión que ya estaba todo hecho y dicho; optamos por sentarnos a tomar y así anestesiar la angustia de no tener algo de que agarrarse. Nos frustramos antes de intentar. Por eso vivimos en el kitsch, por eso nos apropiamos de las canciones de nuestros viejos. Nos volvimos una estatua de sal mirando para atrás.

Tengo un nudo en la garganta que me molesta. Sé que mis amigos también, pero nadie dice nada. Ellos porque se anestesian con piscolas. Yo porque no me atrevo a preguntar. Porque en realidad tampoco tengo nada que proponer y sé lo que me van a decir: que deje de dar jugo, que mejor me tome un trago y baile reggaetón con ellos. Entonces les digo que “bueno ya, sírveme un poco” para ver si el nudo se va por un rato. Pero no se va a ir mientras no tengamos algo nuevo que decir, mientras no dejemos de buscar en el viejo baúl para poder salir a la calle y sentir que algo nos pertenece.

Mamá quiere irse de casa

Columna publicada en la Zona de Contacto (2005)


Mi mamá volvió a los diecisiete. Desde que anda de novia, sus casi cincuenta años quedaron nulos y parece una adolescente sometida al primer amor.

Mamá era anti microondas, decía que era innecesario. Ahora hay uno porque Fernando consideró que era lo mejor. Me explica que no fue tan así. Que lo que pasa es que él la impulsa a hacer las cosas que ella quiere, pero que no se anima a hacer. No creo que su sueño frustrado haya sido tener un microondas. "Es un ejemplo, Choli", explica con una voz demasiado suave. Ok, no me interesa. Y me hago un pan con queso derretido en el nuevo microondas.

Sigue hablando de él sin que nadie le pregunte. Yo la escucho, está contenta. Me dice que han pensado en irse a vivir juntos. Y agrega, con un tono de "estoy diciendo algo polémico", que si es necesario va a vender la casa. Mi casa. La casa de ladrillo que ella siempre soñó, y que logró construir con Mi Papá al lado de los árboles que plantamos juntos, como la familia ecológica y feliz que queríamos ser. Ahora eso va a terminar de irse a las pailas. Mamá me consuela diciendo que va a tratar de conservarla, que para ella también es importante. Nunca me han convencido sus "voy a tratar". Dice que de todos modos no va a ser de un día para otro.

Cuando te separaste tampoco fue de un día para otro y me dolió desde mucho antes, pienso. Pero no digo nada.

Mamá dice que cuando las chicas se vayan, se va a quedar sola. Que tiene derecho a rehacer su vida. No tenía por qué usar esa frase de separada cliché. No le impido que viva con Fernando, que por lo demás no puede ser mejor tipo. Me da lo mismo eso. Yo feliz que envejezca acompañada. Mamá no entiende que lo que me duele, es que si me escapo de Santiago es porque necesito sentirme en casa. Que si se va a una nueva, va a ser la de ellos y no la mía. No voy a estar cómoda. Y tendré que aceptar que ahora mi casa está en Santiago. Chao Valdivia.

Son más de las 10 de la mañana y mamá no ha vuelto. Salió anoche vestida de charleston con Fernando, a un cumpleaños de disfraces. No volvió y ni siquiera llamó. La otra vez pasó lo mismo. Esa vez la llamé para retarla. No encontró nada mejor que decirme la típica chiva que yo decía a los 15. "Nos quedamos conversando, se hizo tarde". No nací ayer, madre querida. Vente inmediatamente antes de que las chicas se den cuenta y la Vale haga un escándalo porque no estás. "Nunca lo hago, te juro, me relajé sólo porque estabas tú, Cholita". Bah, no porque sea la mayor tengo que entender todo. Yo también necesito a mi mamá cuando despierto. Y una casa para sentirme en casa.


link: http://bit.ly/9YBB1Z

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